Un llamado a la conciencia: la ALOPECIA no es una enfermedad

abril 05, 2018

Un llamado a la conciencia: la ALOPECIA no es una enfermedad

Nunca he hablado abiertamente sobre la alopecia. Aquellos que me conocen, saben el porque de mi calvicie, pero nunca he hablado en un foro público acerca del tema. Imagino que la razón es, porque en realidad, nunca he querido que esto me defina, y aún no lo hace, pero a veces hablar de ello puede ser catártico para mí y tal vez lo sea para alguien más. Y este mes, que es el mes de concientización sobre la alopecia, pensé que era un buen momento para decir algo. La alopecia es la pérdida de cabello causada por una confusión del sistema inmune. Tan simple como eso. No es una enfermedad. No es causado por el estrés. Es simplemente una función del cuerpo sobre la que no tenemos ningún control. Todos tenemos algo, la alopecia resulta ser más obvia porque está afuera. Si bien no es potencialmente mortal, puede alterar la vida, especialmente para aquellos que no crecieron calvos. Mi viaje con alopecia comenzó siendo una pequeña niña, pero en ese entonces solo tenía algunos parches sin cabello aquí o allá. Me afeité la cabeza cuando tenía 26 años. Había visto crecer día a día y durante semanas, un pequeño parche sin cabello, hasta que, finalmente, fue tan grande que no pude ocultarlo más. Fui a ver a mi peluquero, un increíble y moderno músico de Brooklyn que había estado conmigo durante todos mis altibajos. Su consejo fue que ahora era el momento en que tenía que "reinventarme a mí misma" y en ese mismo instante decidí que iba a afeitarme del todo. En mi mente, el universo me había dado esta loca oportunidad de, temporalmente, experimentar la vida como una mujer calva. Lo abracé como si fuera una gran aventura hacia lo desconocido.
Unos días más tarde, cuando me afeité la cabeza, me sentí increíblemente motivada por mi elección. Pero nunca imaginé que no volvería a crecer. Y en algún momento durante los meses siguientes, comenzó a afirmarse la idea que iba a ser una mujer calva (en lugar de una mujer que se afeitó la cabeza, como me gustaba contar la historia) durante mucho tiempo, tal vez para siempre. De repente, estaba dando a luz una nueva identidad y era aterradora, solitaria e incómoda. De cualquier forma que lo veas, el cabello es una gran parte de cómo te ves. Y cómo te ves tiene un gran impacto en cómo te sientes. La calvicie es dura, llamativa, intensa. Me ponía una peluca y me parecía a mí misma, me sentía como si fuera mi antiguo yo. Me quitaba la peluca y apenas me reconocía. Pensé que era una mujer dura y de repente la calvicie me hizo sentir tímida, retraída e insegura. ¿Cómo lidiar con ser tan notoriamente diferente? ¿Cómo lidiar con el juicio del mundo? No había esperado, en lo más mínimo, la confusa montaña rusa emocional de todo el proceso. Pero con el tiempo mejoró. Y poco a poco dejé de confiar en una peluca como una manta de seguridad. Empecé a ser calva. Dejé de preocuparme por quién era, de por cómo me veía antes, porque, sinceramente, consumía demasiada energía que quería usar en otros lugares, para escalar, correr y trabajar arduamente. Lo superé. Abracé mi nueva identidad. A veces me encanta, lo celebro, soy una persona más fuerte por ello… y otras veces no. Creo que algunas veces sobreestimo y otras subestimo mi fortaleza emocional. Tal vez todos lo hacemos. Creo que las personas somos complicadas.
Reflexioné mucho sobre esto, este verano cuando viajé sola a Portugal. Estar en un lugar extraño, especialmente sóla, es, o eso solía pensar, el momento más temible para ser calvo. ¿Pero sabes lo que de repente me di cuenta en ese viaje? A nadie le importa. ¡Decir ah! Y pensar en toda la energía que desperdicié pensando que les importaba. Cuando estaba llegando a un acuerdo con la calvicie nunca podría haber imaginado estar tan cómoda con ser una mujer calva como lo hice en ese viaje y como lo hago, sobre todo, hoy. Todavía uso mi peluca de vez en cuando y me encanta cuando lo hago. Es como llevar esos preciosos tacones de aguja de Jimmy Choo a una fiesta elegante. Son hermosos y es divertido sentirse transformado por un momento, maravillarse de la forma en que el mundo reacciona de manera diferente hacia ti. Pero una peluca, como esos tacones, solo se siente cómoda en pequeños tramos, y es solo una versión mía. Esta reflexión fue un recordatorio de que tenemos muchas versiones de nosotros mismos y que el mundo no nos define, si no se lo permitimos. No tenemos que estar sujetos a las convenciones de la sociedad. Y dejarlas ir puede ser profundamente liberador. La mayor transformación es la de tener miedo a ser libre. Libre de la presión. Libre en todas tus versiones, cualquiera que sea la forma que puedan llegar a tener. Probablemente, todos daremos nacimiento a nuevas identidades muchas veces en el transcurso de nuestras vidas. Como, por ejemplo, la maternidad. Mi esperanza para el futuro, para mí y para todos nosotros, es que podemos ser un poco más pacientes con nosotros mismos durante estas transformaciones y que podemos recordar que está bien si no es fácil, si es doloroso. Se supone que debe ser. El dolor nos permite empujar los límites de lo que es posible, personalmente, físicamente. No obtendríamos nada si no nos permitimos experimentarlo. La vida es cambio. Y bueno, hay algo hermoso en eso.

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